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¡Bienvenida!

Prepárate para una experiencia saludable y emocionalmente positiva.

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 Por Patricia Ochoa

En las primeras horas de vida, específicamente los primeros 90 minutos, el bebé se encuentra en un estado de alerta pero calmado, tranquilo y esto se debe a un elevado  nivel de hormonas que segrega al nacer, al igual que lo hace la madre. Él cuenta con todas las herramientas para que en este tiempo se arrastre, por sí solo al pecho y empiece a alimentarse respondiendo a todos sus instintos.

Después de este periodo de calma, el recién nacido pasa las siguientes 6 a 12 horas a un estado de sueño ligero y somnolencia en el que muestra poco interés para comer. Hay bebés que pueden entrar a un sueño profundo que puede durar de 24 a 36 horas en donde sólo despiertan por periodos breves, por lo que se recomienda que la primera amamantada se dé en la sala de partos aprovechando este periodo de alerta. Hay que darles cualquier oportunidad para mamar sin esperar a que lloren.

Si el bebé resulta muy dormilón, se recomienda que cada 3 a 4 horas con movimientos suaves  lo desvistan, le hablen, cambien el pañal y den un ligero masaje en la espalda, ejerciten sus  brazos y piernas y estimulen la planta de los pies para despertarlo y darle el seno materno. Resulta efectivo colocarlo contacto piel a piel, ya que algunos bebés por medio del olfato inician  la lactancia.

No se debe limitar la duración de las tomas al pecho. La mayoría de los recién nacidos hacen tomas cortas y frecuentes los primeros días, además hay que recordar que su estómago es del tamaño de una canica chica y el calostro se digiere muy rápido. A partir de las 24 horas de vida, es muy importante que el bebé sea amamantado de 8 a 12  veces al día. En los primeros días conviene darle de un solo pecho para que este se vacíe por completo y a la siguiente comida ofrecerle el otro lado también hasta vaciarlo, la razón de esta recomendación es aumentar la producción de leche, ya que al vaciarse el pecho por completo el cuerpo reconoce que debe producir mas leche.

Un bebé no llora con el afán de molestar o de malcriarse. Llora porque es la única forma que tiene para expresar algo, que puede ser que necesita que lo abracen, cambio de pañal, incomodidad, calor o frío, o tiene hambre.

Se ha estudiado que dejar llorar a un niño en su cuna por periodos largos trae consigo respuestas fisiológicas como: aumento en la frecuencia respiratoria, frecuencia cardiaca, tensión arterial y en la temperatura del cuerpo, pero sobretodo se incrementan las hormonas del estrés. Si los dejan llorar, los bebés terminan durmiendo, porque están agotados, además de las respuestas fisiológicas antes mencionadas.

Ante esto es probable escuchar el término “a libre demanda”, lo cual no significa darle el pecho cada vez que llore. A libre demanda significa en cualquier momento, sin mirar el reloj, sin pensar en el tiempo. Más allá, con el tiempo se irá conociendo al bebé, en tanto se trata de un proceso de adaptación, aprendizaje y confianza en la capacidad natural. Esto es especialmente para los primeros dias, después poco a poco el mismo bebé ira espaciando sus comidas y te dará la pauta de sus necesidades de ser alimentado que irán cambiando poco a poco.

Sobre el sueño. Todos los niños saben dormir. Los fetos ya duermen antes de nacer y los recién nacidos suelen pasar más de 15 horas durmiendo. Los niños aprenden con el tiempo,  a estar despiertos por períodos mas largos. El sueño, como otros proceso del recién nacido es inmaduro y dependerá de la evolución propia de cada bebé y hasta los tres meses, aproximadamente, no reconoce el día de la noche. Esto no quiere decir que una vez que reconozcan la noche dormirán de corrido, ya que cada bebé tiene sus propios ritmos en su alimentación y necesidades.

La recomendación es que el bebé duerma junto con su madre, basado en el principio de madre e hijo cercanos desde el primer momento. Así ella podrá reconocer lo que necesita y atenderlo más fácilmente. Además, se ha observado que el bebé va adoptando los ritmos de sueño de la madre, se siente más protegido porque está cerca de ella, la huele, siente su latido cardiaco y lo calienta.

Finalmente comparto una cita a propósito del tema: “Al niño pequeño a cuyo llanto se responde ahora, más tarde será un niño lo bastante confiado para demostrar su independencia y su curiosidad. Pero el niño que se deja llorar, puede desarrollar cierto sentido de aislamiento y desconfianza y puede volverse introvertido, adaptándose a un mundo que no corresponde a su llanto”, expresado por D. Lee Salk, importante reflexionar, ¿no te parece?

Fuentes:

Horacio Reyes, Aurora Martínez. Lactancia Materna Bases para lograr su éxito.  Edit. Panamericana

Carlos González. Un regalo para toda la vida.  Guía de la Lactancia Materna.

 

——- El hombre tiene una inclinación natural a ser filósofo, motivado por quererse explicar fenómenos como la vida, la muerte y su propia existencia. Jaspers, intenta explicar este origen con tres motivos: el asombro, la duda y la conmoción del hombre. Uno de los fenómenos que más ha asombrado, llenado de dudas y ha hecho percatarse de la cualidad de hombre es la concepción de un nuevo ser.

Hoy en día resulta complicado hablar de la concepción de un ser humano así como del embarazo y temas relacionados, ya que existen diferentes posturas, grandes controversias y diversas opiniones al respecto según los propios intereses. Aquí nos referimos al concebido como al ser vivo que se gesta desde el momento de la fecundación y quien es el objeto a conocer.

Actualmente, se observa que la percepción de la vida humana se ha distorsionado por el utilitarismo, intereses empresariales, políticos, científicos y personales, basados en la funcionalidad o utilidad que puede tener este nuevo ser. Al centrarse en el sujeto y el proceso de conocimiento, podemos decir que la naturaleza no obedece a la fantasía humana, ni a las creencias, ideas, sentimientos o emociones personales. La existencia de un nuevo ser como objeto de estudio, es una realidad dada independientemente del sujeto que la considera, es objeto de reconocimiento y objeto de re-presentación (de la Paz, Eduardo, 2014), por lo tanto se debe aprender de la realidad y no al revés. ¿Será que las ideas y creencias del mundo contemporáneo vendan los ojos y no permiten conocer la realidad de ese ser en sí mismo? ¿Acaso es esta la razón por la que se ha perdido la capacidad de asombro ante el valor de la vida humana?.

Regresar a los orígenes del asombro por la vida, ayudará a ver esa realidad que se ha perdido en el camino y que en ocasiones es imposible ver con claridad. Aristóteles asegura que “la admiración es lo que impulsa a los hombres a filosofar: empezando a admirarse de lo que les sorprendía por ser extraño” (Aristóteles, citado en Jasper, 2003, p.17). Aunque la concepción de un nuevo ser forma parte de la existencia misma del hombre, no deja de ser algo desconocido y lejano al alcance de su comprensión. Inclusive hoy, que existe más información de este tema, sigue asombrando la capacidad del ser humano de procrear y de la transformación que se vive al convertirse en padre o madre. Pero el asombro no se debería reducir a un momento, no es admirar por admirar, no se acostumbra a la rutina ni a lo cotidiano, no se adormece sino que permanece.

Cuando hay verdadero asombro, se busca la comprensión de la realidad misma; en sentido metafórico, se le da al objeto la oportunidad de hablar de sí mismo. Jaspers asegura que “una vez que he satisfecho mi asombro y admiración con el conocimiento de lo que existe, pronto se anuncia la duda” (Jaspers, 2003, p.18). No sorprende, por ejemplo, que una persona ante la noticia de un embarazo se cuestione sobre su propia existencia, ¿quién soy?, ¿será este el propósito de mi vida?, ¿me llenará de plenitud? Así como dudas acerca de la capacidad humana, ¿seré suficientemente bueno para educar y formar un nuevo ser?, ¿podré satisfacer sus necesidades básicas?, ¿podré vivir para verlo crecer y convertirse en lo que debe ser? También podrían surgir dudas acerca del objeto mismo, ¿tendrá algún defecto?, ¿se estará desarrollando bien?, ¿nacerá con salud? La duda en el sentido estrictamente epistemológico debe centrarse en el objeto que se desea conocer (De la Paz, Eduardo, 2014). En estas dudas que generalmente se presentan en el sujeto, habría que cuestionarse (sin el afán de descalificar, sino mas bien invitando a la reflexión) si están centradas en el objeto mismo o tienen que ver con los miedos, preferencias o emociones del sujeto, cuando realmente lo que nos interesa es conocer ese nuevo ser que viene en camino.

El profundizar en el tema del concebido desde una perspectiva filosófica, nos abre todo tipo de preguntas; desde la propia existencia, como del fenómeno de la creación de una nueva vida, hasta la habilidad para ser padres. No olvidar que para conocer al concebido, se debe observar su realidad misma y para admirar esa esencia, se requiere de humildad y de responsabilidad para así poder lograr una comprensión de esa realidad. El origen de la filosofía es el percatarse de la propia debilidad e impotencia. “¿Cómo salir de la impotencia? Considerando todo lo que no está en mi poder, y por el contrario, poniendo en claro y en libertad por medio del pensamiento lo que sí reside en mi” (Epicteto, citado en Jaspers, 2003, p. 19).

En conclusión, creemos que no debemos perder la capacidad de asombro para estar en constante búsqueda de conocimiento y por esta razón, proponemos el asombro como un elemento fundamental que nos conduzca a la reflexión, poniendo en el centro, la vida humana. Juan Pablo II (1998), menciona que sin el asombro, el hombre caería en la repetitividad y poco a poco, sería incapaz de vivir una existencia verdaderamente personal.

Referencias: de la Paz, Eduardo. (2014, Agosto 26). Epistemología: Estudio del conocimiento. Clase impartida en el Instituto Juan Pablo II para la Familia. Huixquilucan, Estado de México. Fernández-Rañada. (1995). Los muchos rostros de la ciencia. México: Fondo de la Cultura Económica Jaspers, K. (2003). La filosofía. México: FCE. Juan Pablo II (1998). Carta Encíclica Fides Et Ratio del Suma Pontífice Juan Pablo II a los Obispos de la Iglesia Católica sobre las relaciones entre la fe y razón.

 

Nuestra forma de vivir en sociedad, expresa el contenido de la cultura en la que vivimos. Es decir, lo que hacemos cada día, las actividades en las ocupamos nuestro tiempo, como nos relacionamos con los demás  y los valores que cultivamos, conforman nuestra cultura.  Por nuestra naturaleza y dignidad específica, los seres humanos gozamos de conciencia y libertad y nos regimos por la ley natural. Nuestra conciencia es el juicio de la inteligencia por el que identificamos el valor ético de nuestras acciones libres, por ello está en nuestras manos elegir trabajar por la paz.

Nuestra vida humana tiene valor absoluto, desde el primer instante en que fuimos concebidos y hasta la muerte. Por ello debemos cuidarla preservando la salud física, mental, psicológica y espiritual. Y es que también tenemos una gran responsabilidad de cuidar y respetar la vida de los demás, de los más débiles, los bebés que todavía no nacen pero viven en el seno de sus madres, los enfermos, los minusválidos y los ancianos; para que puedan experimentar la felicidad de sentirse amados y de vivir en paz.

Tanto el varón y como la mujer somos capaces de amar y de dar vida y estamos llamados a que la humanidad siga adelante construyendo día a día la paz. Nos necesitamos mutuamente porque cada uno posee en sí mismo cualidades que el otro no tiene realizándonos en el encuentro y complementándonos en la mutua entrega.

En la familia, los padres somos los principales transmisoras de la verdad y del amor que mantienen sano al tejido social. De manera especial el papel de la mujer es fundamental en la formación de la afectividad y de la ética moral de sus hijos. La participación de la mujer es esencial para configurar un modo humano de pensar, de amar y de actuar en la vida social; debido a su particular capacidad de ser el centro integrador y estabilizador de la familia.

Nos toca humanizar al mundo usando nuestra inteligencia y nuestra voluntad para construir la paz ejerciendo nuestra capacidad de amar concretizada en acciones buscando incansablemente la verdad y el bien común.

La paz empieza en la relación de pareja, en la forma en que recibimos a nuestros hijos al nacer, en la vida familiar cotidiana con todos sus retos, en nuestra capacidad de salir del egoísmo y decidirnos a amar de verdad.

No podemos quedarnos con los brazos cruzados; hoy el mundo pide a gritos la presencia de hombres y mujeres, agentes de cambio que al humanizar la convivencia social por medio del amor, construyamos  la paz.