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Mi tercer parto


Estaba muy ansiosa porque a pesar de ser el 3ro, mis otras dos experiencias fueron muy diferentes. Ambos partos fueron inducidos médicamente pues se me rompieron membranas y no inicie trabajo de parto.

A diferencia de los otros dos, en este, inicie con signos de trabajo de parto desde muy temprano. En la semana 37 ya tenía 3 cm de dilatación pero aun así el tiempo pasaba y no iniciaba trabajo de parto franco.

Como educadora perinatal sabía que esto era normal pero como mamá me moría de ganas que empezara muy rápido y no fue así.

Semana 40 (miércoles 11 de octubre) 1:00 pm empecé a sentir contracciones. No me quería emocionar porque en otras ocasiones me había pasado, contracciones regulares cada 4 minutos sin dolor, y después de un rato se iban. Decidí seguir las actividades normales pues no sabía si esto iba a iniciar u otra vez era una falsa alarma. Estaba en casa de mis papás, por lo que fue fácil tomar la decisión de dejar a dormir a mis niños ahí para poder darle la oportunidad al trabajo de parto de empezar sin que esto me preocupara.

A las 7 pm seguía igual, contracciones cada 3 minutos pero sin dolor.

Pablo, mi esposo y yo nos fuimos a mi casa a intentar descansar un rato y ver si progresaba. Cuando llegué a mi casa preparamos algo de cenar, me senté en la pelota y puse un capítulo de una serie que me iba a distraer un rato antes de dormir. Ya había hablado con Gaby (mi doula) quien me recomendó descansar y que me metiera a bañar. Me metí a la regadera y estaba lista para meterme a dormir cuando comencé con algo de sangrado. No era mucho, seguramente por la propia dilatación, pero lo suficiente para ponerme un poco nerviosa. Le marqué a mi doctor y me dijo que me podía revisar para valorar si estaba ya en trabajo de parto y que estaba todo bien.

Me tomé mi tiempo, termine de empacar y me fui al hospital. En cuanto me subí al coche las contracciones empezaron a estar más intensas yo creo que en gran parte por mis nervios además de que no es un lugar que permita mucho la movilidad.

Llegue al hospital a las 9:30, por protocolo hospitalario había que hacerme un registro cardiotocografico. El doctor me reviso y me dijo que tenía ya 6 cm. Pedí que me pusieran el monitor mientras me sentaba en la pelota y no hubo ningún problema con esto. Le marqué a Gaby y a mi mamá y me senté a escuchar una meditación guiada para relajarme mientras terminaba el registro. Las contracciones se sentían intensas pero eran muy tolerables.

Una vez que el registro terminó y me quitaron el monitor, Gaby me sugirió pasar a la sala LPR. No estaba muy convencida por qué en ese momento me sentía bien y pensé que meterme al agua era mi último recurso y no lo quería usar tan rápido. Pero insistió y yo acepté porque confiaba en ella. Me metí a la recadera y me senté en el banco maya para parto. El agua caliente me caía en la panza, detrás de mí, mi esposo sentado en otro banco me ponía aceite en la espalda y hacía masaje. Gaby sugería algunas cosas que lo hacían todo más cómodo, un poco de música y aceite en la espalda. Las contracciones aumentaron en intensidad y frecuencia, me es difícil medir cuánto tiempo estuve en la regadera por que a pesar de las contracciones estaba muy cómoda. Empecé la fase de transición. Bastante más molesta, tenía un poco de náuseas y mucha presión en el periné y espalda baja. En ese momento  Gaby me ayudó mucho cuando con la mirada en mis ojos me decía que ofreciera mis contracciones, fui poniendo a cada una una intención. Así seguí un rato más. Por la presión en el periné, pedí que llamaran a mi ginecólogo, quería saber el avance y tener la certeza de que íbamos por buen camino. Aunque es una jugada difícil, por que podría haber sido decepcionante, el me revisó y me dijo que llevaba 8 cm con lo que me sentí tranquila.

Puedo decir que no fue el número lo que me hizo sentir así, sino la atención que recibí. Mi ginecólogo entró con toda la tranquilidad, me revisó sin que me tuviera que mover, acostar, ni siquiera salí de la regadera. Me vio a los ojos y me dijo “lo estás haciendo increíble, llevas 8 cm”. En ese momento no pude más que sentirme agradecida del gran equipo que elegí para ese día.

Después de un rato más quise salir de la regadera, mi cuerpo me pidió un cambio de posición y sola caminé a la cama y me puse en cuatro puntos, lo decidí y se sintió increíble. Supe escuchar a mi cuerpo y con eso las contracciones bajaron en intensidad, se sentían más tranquilas, me dejaban descansar. Fue poco el tiempo en el que me sentí así, poco después aumentó muchísimo la presión, no sentía necesidad de pujar pero bajar el periné
durante la contracción ayudaba muchísimo.

En la sala estaban mi esposo, mi mamá y mi doula ¿qué más podía pedir? Llame otra vez al doctor, me reviso y llevaba 9 cm. Eso me impulsó, me levanto el ánimo y me llevó a cambiar otra vez de posición, sabía que estaba cerca de conocer a mi bebé.

Me paré y por un minuto no supe que hacer, llegó una muy fuerte contracción y me puse de cuclillas, tan pronto como acabó, me levanté, supe que ese no era el lugar en donde tenía que estar.

Me senté en el banco maya otra vez, sentía mucha necesidad de pujar. Con toda la seguridad del mundo, Gaby me dijo que pujará si sentía la necesidad. Le dijo a mi mamá que se pusiera detrás de mí, me puso un rebozo en la espalda y se lo dio a mi marido para que me diera soporte por delante. Cómo por si fuera magia, en un segundo entró mi ginecólogo, mi pediatra y enfermeras que prepararon todo para la llegada de mi bebé. Fue en la  siguiente contracción que volví a pujar, en ese momento rompí membranas y mi ginecólogo recibió a mi bebé. No sabía si era niña o niño, me la pasaron al pecho y recuerdo que solo preguntaba ¿qué es? La vi.

Nació Ane, todavía con el cordón latiendo, la abracé, vi a mi esposo, me sentí acompañada, empoderada, me sentí mamá por tercera vez.

 

 

El resto siguió perfecto, el alumbramiento lo sentí también, otra descarga de energía.

Me pase a la cama para que me revisaran, la tuve en mi pecho, la disfruté, no creía lo que había pasado.

Estuve como 1 hora en recuperación, sola con ella y con mi esposo, fue recuperador estar así los tres, conociéndola.

Me siento completamente agradecida por el equipo de médicos que me acompañaron, por Gaby que no fue más que la mejor compañía ese día. Por mi mamá que estuvo tan presente como prudente, y mi esposo que se sumó en todo momento a estar presente para nosotras.